domingo, 29 de enero de 2017

Donald Trump: verdad, posverdad y Verdad Alternativa


La intelectualidad americana de izquierda, desesperada por encontrar una justificación de la derrota electoral, trata de armar una narrativa con la cual establecer las culpas y explicarnos las razones de la derrota improbable que se hizo contundente realidad.
Escritores, periodistas, teóricos, activistas y políticos han comenzado a asegurar por todos lados que la principal causa del descalabro de Clinton fue la muerte de la verdad. Se han inventado un nuevo momento histórico: la posverdad. 
Culpan a los nuevos medios digitales y a las redes sociales de propiciar el crimen con una cruenta polarización política. Intentan validar que se produjo un cambio en el significado de las palabras y los hechos, para justificar que la verdad estaba de su lado, pero que se la arrebataron, la distorsionaron, la malearon y la destruyeron.
Sin embargo, lo que ha sucedido es mucho más evidente y desacralizador. La democratización de la información propició que fuerzas intelectuales emergentes desde la derecha generaran un auténtico movimiento de contracultura, que resultó capaz de arrebatarle a la izquierda el tradicional monopolio de la verdad, que ejercían desde el control sobre los medios de comunicación tradicionales. 
No ha surgido la era de la posverdad, sino la era de la Verdad Alternativa, que representa la otra verdad, la que se mantuvo oculta, reprimida, avasallada y desmoralizada por el discurso impuesto por las élites dominantes en the heartland, en el corazón del país. Una Verdad Alternativa que fue capaz de convencer a una mayoría (de votantes demócratas incluso) y apoderarse del imaginario de una parte representativa de la sociedad estadounidense. Es una verdad que ha resultado ser, por convincente, audaz, reflexiva, y demostrativa en los hechos, los gestos, las acciones y las palabras, más verdadera que la vieja verdad. 
La izquierda había acomodado durante demasiado tiempo la realidad a su verdad, apoyándose en el liderazgo que han establecido sobre los medios de comunicación tradicionales y las élites intelectuales, destruyendo la verdad opuesta, la defendida por sus enemigos ideológicos. Pero la era digital se ha encargado de liquidar esa hegemonía de la verdad, exponiéndola a la confrontación con los hechos, al debate inmediato con los sucesos, con las pruebas, con las imágenes. La vieja verdad tenía un mismo rostro y algunos maquillajes casi siempre monocromáticos, y no pudo resistir el enfrentamiento con la avalancha de escenarios, actores, discursos, y lenguajes que la desafiaron.
Ante el debate caótico y plural, la izquierda no pudo sostener su conceptualización e imposición de la verdad, mientras la derecha mostraba una verdad deslumbrante, cautivadora y vital, que representaba la contraposición a todos los  temas clásicos de la izquierda y a sus causas más emblemáticas. Desde el igualitarismo social al feminismo sin femineidad. Desde el ateísmo anticristiano al integrísimo multicultural y a la fabricación intelectual de nuevos géneros agrupados en la narrativa LGBTI.
La derecha logró que predominara su visión de los hechos y demolió la visión de la izquierda. Esto fue facilitado por los nuevos medios, que ponen al alcance de todos, con una difusión rápida y masiva, la evidencia de las imágenes. Las imágenes hicieron que las propuestas de verdad de la izquierda fueran muy vulnerables. No eran capaces de sostenerse al escrutinio. Aquí, dos ejemplos de cómo la derecha ganó la guerra mediática.
Uno: acusan a Donald Trump de ser simpatizante del KKK. Diseminan su verdad por todos los medios tradicionales y los nuevos medios alternativos. La ofensiva es brutal. Había que distorsionar al blanco exitoso y convertirlo en un clasista racista. Había un problema: no tenían evidencia para sostener esa verdad. Y vino la contraofensiva, la otra verdad, la Verdad Alternativa de una derecha que demostró estar mejor preparada para la guerra política mediática en los nuevos medios. Medios que a su vez demostraron ser más importantes y eficaces en la creación de estados de opinión y en las representaciones de la verdad, que los medios tradicionales. Había una peculiar imagen de Hillary Clinton con el senador Robert Bird, y también una de Bill Clinton. Bird fue un connotado gran dragón del clan. "Corazón y alma de América", dijo Hillary de Bird, a quien consideraba como un "mentor político". 
Dos: tras la derrota electoral, los medios tradicionales quisieron construir una verdad sobre la fortaleza de carácter de Hillary. Dieron a conocer una selfie de  Clinton sonriente y relajada con una supuesta admiradora a la que casualmente se había encontrado en un parque. La respuesta no se hizo esperar. La supuesta fan era en realidad alguien que trabajó para la campaña de la candidata. La foto demostrándolo circuló como pólvora en las redes sociales.
La libertad de opinión nunca antes había sido tan funcionalmente eficaz, como durante el proceso electoral estadounidense de 2016. Fue una verdadera batalla  campal entre los bandos por hacer prevalecer su verdad. Triunfó el que más ajustó su verdad a los hechos. El que fue capaz de respaldarla con evidencias. Fue entonces que la hegemonía de la vieja verdad cedió ante el empuje de la Verdad Alternativa, perdiendo, finalmente, el combate político que las enfrentó, y con la derrota, sus propias élites intelectuales decretaron su muerte.
La izquierda estadounidense, acostumbrada a diseminar la verdad desde formatos controlados por profesionales que ideológicamente se alineaban con ellos mediante artículos de opinión, editoriales y programas radiales y televisivos de debate y de comedia-el humor siempre ha sido una de las armas ofensiva predilectas de la izquierda, porque suponen a la derecha malhumorada-, no pudieron o no supieron o no quisieron o todas a la vez, lidiar con lo indiscutible: cada individuo era un difusor, un catalizador de hechos y realidades que no podían controlar, y muchos menos diseñar y moldear a sus intereses. No entendieron nunca que la Verdad Alternativa se forjaba sobre la base de una indomable, inmanejable, auténtica e infinita multiplicación de sucesos de todo signo, capaces de doblegar a los hacedores disciplinados y aglutinados homogéneamente alrededor de la verdad preestablecida. 
Y no es que la izquierda no diera batalla en los nuevos medios, que la dieron, y dura, sino que no se sentían cómodos en el campo de batalla digital, porque allí no podían manipular los argumentos ni controlar las evidencias. Perdieron la guerra al no poder contrastar los hechos y durante el enfrentamiento cuerpo a cuerpo de las emociones virtuales. También la perdieron en el campo físico, cuando la violencia contra los partidarios de Trump, convertida en videos, se hacía viral. Perdieron la batalla en medio de una silenciosa pero compleja y apasionada rebelión, hecha con emociones largamente reprimidas, que al desatarse se convirtieron en un huracán político que revolcó por el lodo todas las predicciones. 
La Verdad Alternativa le dio un nuevo significado a palabras importantes. América, cultura, inmigración, raza, economía, socialismo, "obamismo", bienestar, grandeza, liderazgo, igualitarismo, islamismo, política. Todas palabras que sufrieron una metamorfosis que acabó dislocando la retórica con la que previamente fueron construidas. La comprensión de esos nuevos significados posibilitó levantar un nuevo discurso político, para una nueva verdad.
Pero quizás cuando desde la vieja verdad construyeron a la figura de Trump como la de un caudillo populista, se perdieron la oportunidad de entender que ese hombre había sido capaz de leer la situación de la nación, y que su discurso no era una creación artificial, sino la interpretación visceral de los sentimientos  justificados de frustración, resentimiento y abandono de una parte mayoritaria de la nación americana. Fue entonces que todo se decidió, aunque quizás muy pocos fueron capaces de descifrarlo. 
El resentimiento del marxismo cultural estadounidense por la desmoralizadora derrota electoral ha sido expresado de manera violenta en las calles. La llamada "marcha de las mujeres en Washington", fue una excelente muestra de esa histeria populista, con la que se insiste en querer deslegitimar la presidencia de Donald Trump. Pero esta marcha será intrascendente. No conducirá a nada, a medida que Trump se asiente en la oficina oval y su agenda nacionalista avance.
Quienes atacan al presidente son los mismos que lo llamaron fanfarrón desde el comienzo, en complicidad con la Media tradicional, aferrada desde el primer día a dibujarlo como un payaso incapaz, al que convirtieron y luchan por seguir convirtiendo, en el hazmerreír. Los mismos que no entendieron entonces, ni entienden hoy, que la verdad no es ya la que ellos han impuesto, que Donald Trump les arrebató la verdad y la reclamó para su uso, convirtiéndola en Verdad Alternativa" o Alt-truth. Una verdad que desafía, contradice y deteriora la verdad que quiere imponernos la Media americana. Una verdad que se construye con los hechos reales y se nutre de ellos. Una verdad que no se acomoda ni a la corrección política ni a la narrativa que le conviene a los intereses de las élites políticas y culturales que a lo largo de la historia han establecido su verdad, que no la verdad.
Una verdad que se estructura y distribuye en los nuevos medios de comunicación y que se confronta con la verdad de los medios tradicionales. Una verdad que pelea contra la verdad impuesta, en una lucha por demostrar cuál de las dos es objetiva, auténtica y creíble, para decirlo de una manera nueva, para ver cuál de las dos es más verdad. 
Por ahora, en la etapa preelectoral, la Media alternativa y la verdad alternativa le ganaron la batalla ideológica a la Media tradicional y a la verdad tradicional.  No es la era de la postverdad, como la Media tradicional argumenta, es la era  de la reborn-truth. La era del renacimiento de la verdad. Una verdad devastadoramente alternativa.
Uno de los mejores ejemplos de esta batalla de verdades es la del voto latino. Mientras una encuesta a boca de urna el día de las elecciones colocaba el voto latino a favor de Trump en el 29%, una encuesta posterior de Latino Decisions, una organización proinmigración ilegal, que se equivocó en todas sus predicciones electorales, colocó ese porcentaje en el 18%. Por supuesto, la Media tradicional se ha encargado de cuestionar la validez de la primera encuesta. No sirve a sus propósitos políticos. Es la misma prensa que se empeñó en repetir lo que decían otras encuestas: ningún presidente antiinmigrante puede llegar a la Casa Blanca. Para ser presidente se necesita ganar el voto hispano. 
El presidente de Estados Unidos tiene la obligación de gobernar para todos los ciudadanos del país, pero lo que no puede hacer, como hizo Obama durante 8 años, es gobernar para las minorías y abandonar a la mayoría del país. La victoria de Trump dejó eso muy claro: no se puede olvidar a la clase trabajadora, a la gente que ha construido y sostenido al país a lo largo de su historia. Del respaldo a esa clase depende la grandeza del país. Donald Trump lo sabe desde hace muchos años.
Cuando termine la presidencia de Donald Trump esta coexistencia de verdades habrá terminado, y solo una de las verdades sobrevivirá. Como van la cosas, la Media alternativa y la verdad alternativa parece que llevan las de ganar. Donald Trump y su victoria hirieron de muerte a la gran prensa americana y a su verdad moldeada desde hace varias décadas por los argumentos del marxismo cultural y la Escuela de Frankfurt.
Vivimos los albores de una nueva era. Una era digital. Y la Verdad Alternativa también es una verdad digital, que engulle a la verdad tradicional, esa vieja verdad, anacrónica, lenta, envejecida, distorsionada y enferma. Una verdad analógica carcomida por la manipulación, los intereses ideológicos, la doble moral y la corrección política. Una verdad que cada vez es más mentira, más falsa. Una verdad convertida en reliquia vacía, sin significado. La Verdad Alternativa llegó para rescatar a la democracia liberal americana del oscuro pozo en que los socialdemócratas la han venido hundiendo por largo tiempo. Ha muerto la verdad, viva la verdad. Al menos, esta nueva verdad de la que disfruta la sociedad americana desde el 20 de enero de 2017.

sábado, 28 de enero de 2017

¿Por qué México tendría que pagar el muro en la frontera?


Mucha gente argumenta, con total lógica, que si quien necesita poner un muro para impedir la llegada de inmigrantes es Estados Unidos, pues este país es quien tiene que asumir los costos. 
Un ejemplo contundente, es el que establece que si un vecino todos los días se mete en el patio de tu casa, para cortar algunas de las rosas que allí tienes sembradas, y que tú vendes como parte de tu manera de obtener ingresos, tienes el derecho de levantar un muro para que no entre. Pero a nadie se le ocurriría pedirle al vecino que asuma el costo. 
Hasta aquí, la lógica se impone, pero vayamos más allá. Si ese vecino no se llevaba tus rosas para ponerlas en su casa, ni regalarlas, sino que descubres que las vendía, sacando ganancias a costa de las tuyas, ese vecino no solo alteraba la tranquilidad de tu hogar, sino también la estabilidad de tu economía. Es entonces que tú decides dos cosas: exigirle que te pague por los daños económicos que te ha causado, para así sufragar los gastos de la construcción del muro, y decirle que si lo sorprendes entrando nuevamente en tu casa vas a tomar medidas drásticas.
Trasladando esta situación al escenario extremo, si ese vecino decide saltarse el muro para seguirse robando tus rosas, tú le disparas por invasión a tu propiedad, alegando que te amenazó con el cuchillo o las tijeras que traía para cortar las rosas y que sentiste que tu vida corría peligro. 
En la práctica, todos los individuos tienden a defender con uñas y dientes lo que es suyo, entonces, ¿por qué cuando se trata de Estados Unidos, queremos negarle esa posibilidad, si esa es la función principal de un estado como entidad nacional: defender al ciudadano y sus intereses con todos los instrumentos represivos que le son permitidos? 
Donald Trump ha entendido mejor que nadie la actual situación de la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Ha entendido que los millones de mexicanos legales e ilegales que viven en Estados Unidos tienen, en su inmensa mayoría, una posición nacionalista antiestadounidense. Ha entendido que los mexicanos sacan, por concepción de remesas, 25,000 millones de dólares anuales. Ha entendido que Estados Unidos tiene un deficit comercial con México de 60,000 millones de dólares anuales. Ha entendido que los millones de mexicanos que se han convertido en estadounidenses representan una fuerza de inestabilidad política para la nación americana, porque tienden a defender los intereses de México por encima de los de Estados Unidos. Ha entendido que desde hace décadas Estados Unidos ha tenido una relación sociopolítica y comercial desventajosa con México, y que es hora de cobrarles. 
Estados Unidos debe comenzar a regular la industria de las remesas y comenzar a cobrar un arancel por cada dólar que cualquier extranjero envíe fuera de Estados Unidos en concepción de remesa. La industria de las remesas ha convertido a la inmigración en un negocio en extremo rentable, y Estados Unidos no se beneficia en nada. Es hora de que Estados Unidos saque beneficios de esta fuga de capitales.
De una u otra manera, México tendrá que pagar el muro que ayudará a detener el flujo de inmigrantes que ellos mismos estimulan. También Estados Unidos debería exigirle a las autoridades mexicanas que trabajen de su lado de la frontera para detener a todos aquellos que pretenden ingresar ilegalmente. En una frontera tan grande el control del flujo de ilegales tiene que ser responsabilidad de los dos lados. México es el único y legítimo responsable de cada ciudadano mexicano que muere en el desierto o en el río Bravo tratando de llegar a Estados Unidos, como también es responsable de cada gramo de droga que pasa a través de la frontera mexicana. Es hora de que Estados Unidos empiece a cobrar. Lo demás que se diga o se alegue en contra del muro o del derecho inalienable de Estados Unidos a protegerse de la inmigración ilegal, de la misma manera que lo hace México, es un acto de amoralidad.

miércoles, 4 de enero de 2017

Regalar dinero trabajes o no trabajes: la nueva estupidez finlandesa


El país nórdico, cuyo modelo económico está estancado y vive sumido en una profunda y larga recesión para la que no encuentran respuestas, ha comenzado a especular con una tesis social tan novedosa y popular como arriesgada: regalarle dinero a la gente sencillamente sin ninguna razón. Esta propuesta ya ha entrado en una fase experimental. Desde enero el gobierno finlandés implementó lo que han bautizado como la renta básica universal, en la que 2000 ciudadanos recibirán 560 euros mensuales durante dos años. O sea, trabajen o no trabajen, el gobierno les va a regalar dinero. Sus defensores argumentan que esto no es un regalo, que es un estímulo para que la gente invierta ese dinero. Y aseguran que esta puede ser una manera de estimular el empleo para enfrentar la pérdida de puestos de trabajo ante el implacable avance de la tecnología y el cambio inevitable en el modelo económico y en los tipos de empleo.
El gran desafío al que se enfrenta esta idea, es la financiación. ¿De dónde van a sacar el dinero? Sólo hay dos formas: imprimirlo o quitárselo a alguien.
Para justificar la implementación exitosa de la renta básica universal dicen que los empleadores tienen que hacer que los trabajadores reciban altas remuneraciones por su trabajo, o lo que es lo mismo, tienen que aumentar los salarios muy por encima del nivel actual. Esto, sin ninguna base realista, de manera artificial y en detrimento del margen de ganancia del empleador o de los precios de los bienes que produce, porque no existe otra manera de financiar ese incremento salarial.
A la par, proponen una reforma fiscal que aumente los impuestos a las rentas altas (traducido a las claras, quítenle más dinero a los ricos), los edificios, los bienes, la producción de energía o la propiedad inutilizada. Porque la tesis es que siempre se puede aplicar más impuestos.
La verdad es que detrás de este experimento de ingeniería socioeconómica no hay nada nuevo. Por el contrario, es la eterna utopía de la izquierda que busca de quitarle al rico malvado para darle al pobre bondadoso. Dicen que hay que hacerlo, porque el capitalismo actual es incapaz de darle empleo a todo el mundo y el hombre siempre perderá en su lucha contra las máquinas. Eso dijeron en la Revolución Industrial, y miren hasta donde llegamos. 
La llamada renta básica universal, lejos de compensar el desempleo, traerá mayor número de personas saliendo voluntariamente de la fuerza laboral. En Estados Unidos eso es lo que ha provocado el sistema de welfare: gente que prefiere vivir del dinero que les regala al gobierno antes que ganarlo trabajando en empleos mal remunerados, porque no están preparados para la competencia en el mercado laboral. Ni tampoco quieren capacitarse.
Por cierto, este experimento también lo están financiando en Oakland, Estados Unidos,  y Utrecht, en los Países Bajos. Está destinado a morir antes de nacer.

lunes, 2 de enero de 2017

El islam debe ser reformado o sometido


El periodista Peter Beinart fue preciso al definir la profunda diferencia que existe entre la visión de Obama y la de Trump sobre el terrorismo: "Obama define la lucha contra el terrorismo como un conflicto en el que países con diferentes posiciones ideológicas y religiosas se enfrentan a un enemigo sin Estado. Trump como un conflicto entre la cristiandad y el islam". No cabe la menor duda, que la visión de Trump es, en su sencillez conceptual, tan abarcadora como realista y pragmática. 
Mientras Obama busca combatir el terrorismo con su política multilateral, que ha sido un fracaso en cuanto conflicto la aplicó, Trump se plantea enfrentarlo manteniendo al islam y a los musulmanes a raya. Mientras Obama ni siquiera se atreve a mencionar el término terrorismo islámico, Trump es claro y contundente al respecto. Trump está consciente que enfrenta una lucha contra una guerra santa global. 
Obama se empeñó en hacer toda una construcción intelectual de un islam bueno y pacífico contrapuesto a un islam radical y minoritario. Una mentira colosal que ha sido la tesis medular de la narrativa que las élites intelectuales de la izquierda americana y europeas han querido imponerle al mundo occidental. "El mundo civilizado debe cambiar su manera de pensar", clamó Trump en su cuenta de Twitter. 
Para las élites de izquierda, el que Donald Trump identifique al islam con el terrorismo es un signo de islamofobia. Lo hacen parecer como si esa identificación fuera mentira o una manipuladora exageración. Y la verdad es que no lo es. El terrorismo mundial proviene en la actualidad de la guerra religiosa desatada por el islam. Unos, con una acción más hostil y sanguinaria, y otros, con una postura de silencio, complacencia y tolerancia. 
Los grandes líderes del islam en todo el mundo aprueban con oprobioso silencio, la violencia sin sentido de sus hermanos religiosos. La verdad oculta detrás es muy simple: la aprueban, porque, después de todo, ellos tienen la verdad por designio de Alá y el profeta. Y esa verdad es única: quienes predican otra fe que no sea la de ellos tienen que ser aniquilados. Así ha sido siempre desde los orígenes del islam y sus sangrientas guerras de conquista. Un islam que vive anclado en su pasado medieval. Un islam que debe ser reformado o sometido. 
Tenemos que acabar de admitir que estamos en medio de la tercera guerra mundial, y que no es una guerra ideológica. No es una guerra entre naciones, no es una guerra territorial, es una guerra cultural y religiosa. Es el enfrentamiento entre la cultura occidental con su secuela de modernidad, libertad y bienestar, y la cultura islámica, retrógrada, bárbara y tiránica.
Mario Vargas Llosa cree que el ascenso al poder de Trump y la crisis de identidad que vive la Unión Europea tras el Brexit lejos de ser un camino para resolver los graves problemas que nos aquejan, traerá como consecuencia el agravamiento de los existente, porque "el pasado es irrecuperable". Vargas Llosa ve los hechos como signos de decadencia, lo que sólo demuestra que el gran escritor peruano no alcanza a comprender que estamos viviendo tiempos de una gran transformación política, cultural y religiosa. 
Occidente enfrenta una vigorosa amenaza existencial, que ha provocado que el mundo haya entrado en una etapa de Reforma. Una Reforma que supondrá, tras el sangriento enfrentamiento de civilizaciones que ya se produce, en la aparición de un Nuevo Mundo.