martes, 18 de abril de 2017

Donald Trump: el presidente ininteligible














La verdadera estrategia de Trump es aparentar que no tiene estrategia, que es absolutamente impredecible. Sus enemigos, y una inmensa mayoría de sus seguidores y colaboradores más cercanos, no logran ver que Trump es, en esencia, un exitoso hombre de negocios, que está aplicando a la política las mismas tácticas y estrategias que ha aplicado a lo largo de su vida para ganar dinero. 
Eso que sus detractores llaman "elasticidad" y que el mismo Trump llama "flexibilidad", es en realidad una filosofía política heterodoxa (aun cuando el mismo Trump no se lo plantee así), basada en tácticas propias del buen negociador (demandas excesivas, amenazas, enojo,  comportarse como un ogro unas veces y como un cordero otras, aislar a los rivales con la complicidad de terceros, jugar con el poder de impacto de las cifras, usar un lenguaje categórico, proyectar una confiabilidad basada en la experiencia y el éxito, tener varios caminos para un mismo propósito, hacer derroche de ideas políticamente incorrectas, negociar por etapas, alianzas con unos para debilitar a otros y control de la información) y  en estrategias inescrutables, que aparentan desconcierto, incoherencia y barullo, o sea, anarquía, donde en verdad existen unas reglas muy personales.
Trump se mete en todo, opina de todo y tiene ideas preconcebidas sobre todo ("Soy mi propio estratega", ha dicho, y es absolutamente cierto). Tiene la idea de dirigir el gobierno como si fueran sus empresas: metiendo las manos en cuanta cosa cree que es importante para empujar su visión y supervisando de manera decisiva e influyente en las decisiones de todos los líderes y de todos los departamentos, para ser capaz de desarrollar un gobierno que saque ventaja de sus competidores y adversarios domésticos y extranjeros. Y finalmente, hacer un relanzamiento a gran escala de Estados Unidos, en el escenario nacional e internacional, como una marca que, aunque poderosa, da la impresión de estar perdiendo su influencia y penetración en el mercado, y de estar necesitada de fuerza, juventud y modernidad, para continuar creciendo y dominando. 
Esta heterodoxa visión hace que Trump sea un personaje ininteligible para amigos y enemigos. La clase política establecida pierde la cabeza y la prensa vive desconcertada. Por eso no deja a nadie, para bien o para mal, indiferente. Donald Trump no es el intelectual que la izquierda pretende ni el ignorante imbécil que la prensa proclama. Esa es la razón por la que ganó las elecciones y gobierna de manera novedosa, desconcertante y arrasadora. No se preocupa por las formas, sino por el contenido. Es el líder enérgico que el país reclamaba, pero no es el autócrata fascista que la izquierda dibuja. No es un político, es un hombre de negocios que terminará su presidencia convertido en un influyente estadista.