domingo, 26 de marzo de 2017

El igualitarismo social y el infantilismo de las minorías












El Estado de bienestar ha pretendido tradicionalmente lograr el igualitarismo social con la redistribución de la riqueza, mediante altos impuestos a las ganancias de capital, y el traspaso de ese dinero a pensiones, prestaciones de desempleo, viviendas subvencionadas, servicios médicos socializados, subvenciones agrícolas e industriales, y otras muchas bondades. El problema más serio del Estado de bienestar es que resulta insaciable, y mientras más aumenta la renta disponible, más quiere el Estado de bienestar regalar dinero, sin tomar en cuenta que mientras más distribuye más socializa el dinero, y mientras más socializa el dinero más se estancan el crecimiento económico, la  productividad, el desarrollo tecnológico y la calidad de los servicios sociales que presta el Estado. Finalmente, el Estado bienestar termina convirtiendo a sus ciudadanos nativos en ciudadanos discriminados, para darle beneficios a minorías étnicas nativas e inmigrantes. 

En el caso de Estados Unidos, durante décadas los demócratas han pretendido construir en Estados Unidos un Estado de bienestar. Cada vez que lo intentan, el país termina corrigiendo el camino en las urnas, entregándole el poder a los republicanos para que vuelvan a poner orden en la casa. 

Durante las dos administraciones de Barack Obama han estado muy cerca de lograr convertir a Estados Unidos en una socialdemocracia europea. La estrategia ha sido simple: favorecer la creación de grandes centros urbanos dominados por élites políticas, económicas y culturales formadas en las tesis del marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt, que son completamente ajenas a la cultura estadounidense. 

El propósito de la izquierda americana ha sido cambiar el mapa étnico y cultural del país, para cambiar al país. Quieren un país multiétnico y multicultural, sin ninguna mayoría. Buscan crear un todo nuevo con el empaste de varios fragmentos ajenos entre sí. Buscan crear un país ajeno al país que generó la grandeza americana. Buscan destruir a la América que conocemos para crear una América fantasmagórica que en nada se parezca a la que creó el estilo de vida americano, que nada se parezca a la que creció guiada por los valores de la cultura americana. Esta situación ha demostrado la enorme funcionalidad del sistema electoral estadounidense.

Los socialdemócratas saben que el modelo se ha hundido en el mundo entero, incluso en las sociedades europeas supuestamente más exitosas, y tratan de reempaquetarlo. Para ello intentan meter las manos en el mercado, ese monstruo de mil cabezas que tanto odian. Quieren controlar el comportamiento natural de los mercados regulándolos en exceso, tal y como hizo Obama. Creen que desregular los mercados los hace ineficiente. Pero no entienden que regularlos frena el crecimiento económico, estanca el desarrollo, lastra la productividad y termina estancando a la sociedad en su conjunto, estandarizándola. Que es lo que le ha terminado sucediendo a la socialdemocracia europea. 

Los socialdemócratas intervencionistas y antimercados están obsesionados con la igualdad y la redistribución, y no aceptan que ese intervencionismo es antinatural y siempre termina siendo contraproducente, porque si bien los mercados necesitan ciertas regulaciones que protejan a los consumidores, el estado socializador siempre mete las manos en exceso con políticas públicas que le ponen contención al capitalismo. Es mentira que el igualitarismo propicie crecimiento económico. No hay ninguna evidencia que lo demuestre. Mientras más igualitarismo propicie un estado, mayor ineficiencia económica incontrolable y mayor estancamiento económico. Ahí están la España de Zapatero o la Francia de François Hollande, como dos de muchos ejemplos.

Los socialdemócratas utilizan a las minorías, a los inmigrantes y a las clases sociales para mantener su fuerza electoral. Lo hacen regalándoles el dinero que le quitan a quienes lo ganan. La búsqueda del igualitarismo es el camino para conservar y acrecentar su competitividad electoral. En Estados Unidos es lo que hacen los demócratas con los inmigrantes hispanos y los negros. Políticamente hablando, la izquierda americana necesita mantener el status quo. Han regalado el dinero en programas sociales que ayudan a esas minorías a vivir ajenos al esfuerzo por ganarse la vida, a vivir de ayudas sociales en lugar de empujarlos a luchar por emanciparse y ser autónomos. 


Esas minorías no quieren educarse, no quieren capacitación para avanzar en la nueva economía de la que se van quedando al margen. Quieren los obsequios del Estado. Los han convertido en individuos parásitos, socialmente disfuncionales y acomodadizos por generaciones. Los programas sociales terminan siendo inútiles, y esas minorías beneficiadas seguirán viviendo atrapadas en círculos viciosos. No quieren romper esos ciclos de beneficencia, quieren mayores beneficios para mantener esos ciclos ad aeternum. No son ellos los culpables, sino el despreciable paternalismo de un Estado manipulador, sórdido y brutalmente oportunista que busca infantilizar a las minorías hasta inutilizarlas socialmente.

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